Fiscalización electrónica: el punto de quiebre del compliance fiscal y aduanero
Por: Rafael Rubí Carrizoza, Office Managing Partner-Tijuana en Grant Thornton
En México, la evolución del modelo de fiscalización ha dado un giro sin precedentes. Lo que antes era un proceso reactivo, complejo y con altos márgenes de discrecionalidad, hoy se ha convertido en una maquinaria digital que opera con precisión quirúrgica.
La fiscalización electrónica no solo cambió la manera en que la autoridad revisa, sino que transformó —o al menos debería haber transformado— la forma en que las empresas entienden el cumplimiento fiscal y aduanero.
Este artículo explora cómo el SAT ha encontrado en la tecnología un nicho para optimizar sus procesos, cómo muchas empresas siguen operando bajo paradigmas obsoletos, y cómo algunas ya han comprendido que el verdadero cumplimiento comienza con imitar lo que la autoridad ya hace: cruzar información, automatizar validaciones y apoyarse en expertos que les permiten adelantarse al riesgo.
I. El nacimiento de una fiscalización quirúrgica
Con la entrada en vigor de herramientas como el buzón tributario, CFDI 4.0, declaraciones electrónicas, precarga de declaraciones provisionales y anuales, revisiones electrónicas, apartado C del anexo 24 y cruce de información en tiempo real, la fiscalización dejó de ser artesanal para convertirse en un proceso masivo, automatizado y continuo. El SAT ya no necesita tocar la puerta de una empresa para saber si hay inconsistencias; las identifica antes de que el contribuyente lo sepa.
Lo que hace hoy la autoridad:
Cruce de CFDI con declaraciones mensuales y anuales.
Comparativo de operaciones de comercio exterior con pedimentos.
Acceso de la autoridad a los saldos del anexo 24 vía apartado C.
Verificación de cumplimiento en precios de transferencia vía contabilidad electrónica, DIEMSE y APA.
Alertas por diferencias entre IVA acreditable y trasladado.
Identificación de operaciones sospechosas por algoritmos predictivos.
Este nuevo modelo no solo es más eficaz, también es más certero y menos costoso para el Estado. Y aquí es donde nace el verdadero reto para las empresas: la fiscalización electrónica se volvió el nuevo estándar. El problema es que muchas aún no lo entienden así.
II. Empresas rezagadas: el espejismo de la tecnología sin estrategia
En la otra cara de la moneda están las empresas que usan tecnología... pero mal. Muchas organizaciones han invertido en sistemas, plataformas o software sin acompañarlo de una estrategia fiscal y aduanera sólida. Creen que el simple uso de herramientas tecnológicas resolverá por sí solo sus deficiencias de cumplimiento.
Algunos errores comunes:
Automatizar procesos mal diseñados: lo que antes era incorrecto manual, ahora es incorrecto a gran escala.
Falta de inversión en especialización del equipo fiscal y de comercio exterior.
Falta de controles cruzados entre áreas contables, fiscales y aduaneras.
Revisión aislada de obligaciones: declaraciones provisionales, anuales e informativas por un lado, comercio exterior en otra oficina, sin comunicación interna entre los equipos.
El resultado: empresas con plataformas modernas, pero con prácticas antiguas. Y eso no solo es ineficiente, es riesgoso.
III. Empresas que ya operan como el SAT (y hasta mejor)
En contraste, hay organizaciones que sí han entendido el mensaje. Que han dejado de ver el cumplimiento como un tema administrativo para convertirlo en una estrategia preventiva, dinámica y gestionada como un activo.
Estas empresas:
Reproducen internamente el tipo de cruces que realiza la autoridad.
Integran sus sistemas contables, fiscales y de comercio exterior bajo un mismo modelo de datos.
Implementan validaciones automáticas por cada CFDI emitido y recibido.
No esperan requerimientos: se preparan con papeles de trabajo ya alineados al tipo de preguntas que hace el SAT.
Invierten en consultores especializados, no como un gasto, sino como parte de su equipo.
Y aquí ocurre la verdadera transformación cultural: ver al asesor fiscal y aduanero no como un proveedor externo, sino como un aliado estratégico. Uno que está presente desde el diseño del proceso y no solo cuando hay problemas.
IV. El punto ciego: no imitar lo que la autoridad ya hace
Sorprende que muchas empresas aún no han entendido lo esencial: la mejor manera de prepararse ante una revisión es hacer lo mismo que hace la autoridad. Si el SAT cruza información, tú también debes hacerlo. Si el SAT automatiza validaciones, tú también. Si el SAT clasifica operaciones riesgosas con algoritmos, tú también deberías saber en qué lista estás.
Lo que deberíamos estar haciendo:
Simular auditorías electrónicas internas.
Cruzar bases de datos entre CFDIs, pagos provisionales, declaraciones anuales, pedimentos, DIEMSE, etc.
Detectar discrepancias antes de que lo haga la autoridad.
Documentar todo con evidencia fiscal, contable, legal y operativa desde el primer momento.
Asesorarse continuamente con expertos que entiendan cómo piensa el SAT.
El problema no es la fiscalización electrónica; el problema es estar desactualizado frente a ella.
V. El nuevo compliance: preventivo, automatizado y colaborativo
El cumplimiento ya no puede ser solo cumplimiento. Debe ser:
Preventivo: anticipa riesgos antes de que se materialicen.
Automatizado: minimiza errores humanos y gana eficiencia.
Colaborativo: requiere especialistas que sumen valor y acompañen.
Los equipos fiscales y de comercio exterior deben dejar de ser vistos como centros de costos. Su labor hoy es tan estratégica como la financiera o la operativa. En el entorno IMMEX, donde la fiscalización es cada vez más fina, el área de compliance es un escudo corporativo.
Conclusión: No es tecnología lo que falta, es visión
La fiscalización electrónica nos mostró una verdad incómoda: muchos procesos de cumplimiento estaban sobrevalorados, mal diseñados o simplemente eran reactivos. El SAT entendió esto antes que la mayoría, y por eso hoy lidera un modelo fiscal digital del que pocas empresas están realmente a la altura.
Pero no es tarde. Quien hoy decide modernizar, invertir en talento, conectar datos, anticipar riesgos y sumar aliados estratégicos, no solo está cumpliendo: está blindando su modelo de negocio.
Porque hoy más que nunca, el cumplimiento fiscal y aduanero es una ventaja competitiva.
Finalmente hay que tener presente: “El blindaje fiscal consiste en reconocer riesgos, resolverlos y prevenir contingencias”
Rafael Rubí Carrizoza, es socio encargado de la oficina Tijuana de Grant Thornton México, es un asesor de negocios de la industria maquiladora y las empresas IMMEX con más de 25 años de experiencia.